La arquitectura del Císter nos permite disfrutar de verdaderas maravillas a lo largo y ancho del continente europeo. Uno de los espacios que deja huella a todo el que lo visita es el Refectorio de los monjes del Monasterio de Huerta, en la provincia de Soria.

Esta entrada del blog incluye el material que he publicado en mi cuenta de Instagram @cister.architecture sobre el comedor cisterciense. Y dada la importancia de este espacio, empezaré con una breve introducción sobre la sala del refectorio en la arquitectura cisterciense y ampliaré un poco las explicaciones para comprender mejor los rasgos arquitectónicos y constructivos que lo hacen tan interesante y bello.

Ventanas de la fachada norte del Refectorio de los monjes del Monasterio de Huerta. Se observa cómo las vidrieras de los laterales son ligeramente más anchas que las centrales.
Ventanas de la fachada norte del Refectorio de los monjes del Monasterio de Huerta. Se observa cómo las vidrieras de los laterales son ligeramente más anchas que las centrales.

Introducción

Cuando visitamos un monasterio cisterciense es indudable que nos sentimos atraídos por las majestuosas y elegantes iglesias. Oratorios despojados de todo lo accesorio. También nos gusta recorrer los claustros y la relación entre las frías galerías de piedra y la naturaleza (vegetación, agua, pájaros, cielo…). Nos imaginamos a los monjes transitando en silencio por el claustro y muy probablemente arrimados a la pared.

Obviamente asociamos monasterio a lugar religioso, espacio sagrado. Y así es. Sin embargo, hemos de ampliar la mirada para comprender que un monasterio es un conjunto de edificaciones concebidas para albergar la vida de una comunidad de personas. Y eso supone la necesidad de construir, además de la iglesia o el claustro, el dormitorio, el comedor, la cocina, la cilla y muchas dependencias más.

¿Con qué espíritu concibieron y construyeron esas salas puramente funcionales y de carácter menos sacro? Es fácil pensar que se podían haber conformado con levantar construcciones modestas y económicas acorde a su función. En cambio, su espíritu (y repito este término conscientemente porque es muy importante) fue dotar de dignidad y belleza a todas y cada una de las construcciones del monasterio cisterciense. Por el valor en sí mismas y por la importante noción simbólica del monasterio como unidad.

El conjunto monástico tenía que ser indivisible, coherente en las partes y el todo, monolítico y protector de la comunidad de monjes que, principalmente en el s. XII, se adentraron en los bosques para fundar sus casas cistercienses. La unidad ética y estética del monasterio debía favorecer la unión de la comunidad de monjes y monjas.

Y dentro de esas dependencias, el refectorio o comedor de los monjes juega un papel capital en la comprensión de la arquitectura y arte cistercienses.

Vista general del refectorio de los monjes del Monasterio cisterciense de Huerta.
Vista general del refectorio de los monjes del Monasterio cisterciense de Huerta.

El refectorio en la arquitectura cisterciense

”Para la comida diaria creemos que bastan dos guisos en la mesa, de manera que quien no haya podido comer de uno, lo haga del otro. Que basten, pues, dos guisos para todos los hermanos y, si las hay, se agregarán frutas u hortalizas verdes. Una libra larga de pan bastará cada día y, tanto si hay una sola comida (cuaresma) como si son dos, todos se abstendrán totalmente de comer carne.”

Regla de San Benito, Capítulo 39. 1/4

Los monjes comían juntos en un refectorio, que tenía que estar cerca de las cocinas, las cuales a su vez tenían que estar próximas al río o a las instalaciones hidráulicas de saneamiento. Los cistercienses desarrollaron grandes obras de ingeniería relacionadas con la gestión de agua (tanto de abastecimiento como de evacuación).

El refectorio se levantaba en el lado opuesto de la iglesia y se llegaba a él por la galería del claustro. En el trazado ideal, frente a la entrada se ubicaba el lavabo monumental que destacaba en el claustro. Los cistercienses construyeron sus abadías con una perspectiva de permanencia en el tiempo y de expansión. Los refectorios eran salas importantes que, salvo raras excepciones, se extendían perpendicularmente a la galería del claustro para no ocupar todo el espacio entre el edificio de los monjes y el de los conversos. Y también, en caso de gran aumento de monjes, poder llegar a ampliar el edificio.

Esta disposición perpendicular suponía liberar la mayor parte de la fachada de edificaciones adosadas, por lo que permitía abrir numerosas ventanas y bañar de luz toda la sala. El refectorio de los monjes del Monasterio de Huerta es uno de los más claros ejemplos de aprovechamiento de esta circunstancia, como veremos en detalle a continuación.

Unas mesas largas se disponían a lo largo de los muros. Los monjes, sentados en bancos corridos, comían en silencio y el “monje de semana” les traía los platos. El diseño de la sala liberaba de aberturas los 2 primeros metros (aproximadamente) para poder colocar los bancos y, especialmente en monasterios ubicados en regiones frías, respaldos de madera similares a los del coro de la iglesia. Una vez más, Huerta ilustra esta disposición.

Aguada de mediados del s. XIX, Vicente Velázquez. Colección online del Museo Fundación Lázaro Galdiano.
Aguada de mediados del s. XIX, Vicente Velázquez. Colección online del Museo Fundación Lázaro Galdiano.

La comunicación entre la cocina y el refectorio era directa a través de una puerta en el muro, que en diversos sitios se llamaba “providencia”. Actualmente se sigue haciendo así, como he podido comprobar las veces que he estado en la hospedería interna de Poblet.

https://cister.org/6-dias-hospederia-interna-poblet/

Por lo general había un púlpito instalado en un nicho del muro occidental del refectorio, al cual se subía por una escalerilla abierta en el espesor del muro. Un lector designado cada semana por el abad leía en latín algunos pasajes de la biblia. La comida, con este ritual, se asemejaba a un oficio religioso. Los monjes acudían en procesión después de haberse lavado las manos juntos en el gran pilón del lavabo. En Huerta, por desgracia, no se conserva el lavabo del claustro.

Plano de planta baja del monasterio de Santa María de Huerta identificando el refectorio de los monjes.
Plano de planta baja del monasterio de Santa María de Huerta identificando el refectorio de los monjes.

Bien, ya estamos preparados para adentrarnos en el monasterio de Santa Maria de Huerta para visitar su exuberante refectorio. Pero no si antes haber pasado primero por una potente sala, impregnada del silencio y dignidad cistercienses, de la cual podéis leer una entrada en este blog:

https://cister.org/el-refectorio-de-los-conversos-del-monasterio-de-huerta/

El ritmo de las ventanas

Con los ojos aún acostumbrados a la escasez de luz, salimos del Refectorio de los conversos y en pocos metros entramos en el Refectorio de los monjes.

Mucho se ha escrito sobre este espacio. Yo explicaré, como siempre, un par de pinceladas desde mi sensibilidad y amor hacia la arquitectura cisterciense.

Os voy a mostrar una fotografía poco usual: el alzado interior casi completo de los ventanales. Como os podéis imaginar, está hecha desde el famoso púlpito insertado en el grosor del muro.

¿Cómo una sala con muros tan gruesos puede ser tan luminosa? Y sobretodo, ¿cómo puede dar esa sensación de liviandad?

Alzado oeste del refectorio de los monjes de Santa María de Huerta.
Alzado oeste del refectorio de los monjes de Santa María de Huerta.

La respuesta a ambas preguntas es evidente si se observan atentamente los recursos arquitectónicos empleados: aunque las vidrieras no son muy anchas se aprovecha todo el espesor del muro para abocinarlo y permitir que los laterales de piedra, muy bien iluminados, hagan de reflectores de la luz. El plano inferior también se inclina y deja entrar la luz a nivel de suelo, bueno, realmente a nivel de las mesas donde comían los monjes, pues estamos en un refectorio.

Detalle de la belleza de las ventanas basado en la simplicidad, la elegancia y el rigor de las soluciones constructivas utilizadas.
Detalle de la belleza de las ventanas basado en la simplicidad, la elegancia y el rigor de las soluciones constructivas utilizadas.

El muro que separa dos ventanas es en realidad lo suficientemente ancho para soportar las cargas del cerramiento superior y de toda la cubierta abovedada de piedra. En planta su forma trapezoidal nos presenta el lado más corto en el interior con apenas unos 55 cms. Pero si esto no fuera suficiente, adosan una esbelta columna circular que genera mayor sensación de ligereza al conjunto.

Si miramos frontalmente el paramento nos da la sensación de que el muro se disuelve por la luz. Si lo miramos lateralmente las vidrieras desparecen pero la luz permanece como por obra de magia. Este punto de vista lateral es el más habitual en un espacio de proporciones rectangulares, y si os fijáis bien en la fotografía, las finas columnas que hemos mencionado antes tienen también la función de crear un ritmo de enorme belleza y dinamismo.

Hay tanto por observar y sentir en esta bella “habitación” monástica…

Visión lateral de las ventanas.
Visión lateral de las ventanas.
¿Qué no se ha dicho ya de la escalera empotrada en el muro que da acceso al púlpito? Quizá sea este elemento el más recordado y reproducido del monasterio de Huerta.
¿Qué no se ha dicho ya de la escalera empotrada en el muro que da acceso al púlpito? Quizá sea este elemento el más recordado y reproducido del monasterio de Huerta.

Sigamos disfrutando de la belleza del refectorio de los monjes del Monasterio de Huerta, con sus vidrieras, las jambas abocinadas y las delgadas columnas de los machones.

Las finas ménsulas en forma de pilastras arrancan cada dos ventanas para soportar los nervios de las bóvedas. Bella armonía…

Detalle de la desalineación entre aberturas y ménsulas de arranque de los nervios de las bóvedas de crucería.
Detalle de la desalineación entre aberturas y ménsulas de arranque de los nervios de las bóvedas de crucería.

¿Seguro?

Ligera desalineación entre ventanas y bóvedas

O la vista me engaña o las ménsulas no están alineadas con cada pareja de columnillas inferiores (y por lo tanto con el ritmo de las ventanas). ¿Cómo es posible que los constructores cistercienses, verdaderos maestros de obra de la Edad Media, aprobasen semejante disonancia?

Al darme cuenta, lo primero que hago es analizar todo el alzado interior. Las ventanas, las bóvedas y las relaciones geométricas y constructivas que hay entre ellas. Descubro ciertas singularidades pero quiero saber más. En el siguiente esquema marco el ritmo de las ventanas (a, a’) y el ritmo del arranque de los nervios de las bóvedas (todos ellos b).

Esquema de directrices.
Esquema de directrices.

Las bóvedas, 3 de ellas sexpartitas y la norte sietepartita, son iguales y prácticamente cuadradas. La planta del refectorio se compone de 4 cuadrados. La influencia de San Bernardo es evidente.

Investigo varios estudios sobre este refectorio y los que mencionan esta singularidad la justifican por motivos históricos: tras una primera fase de construcción hasta el nivel de la imposta (cornisa superior), donde estaba previsto cubrir el espacio con una bóveda de cañón apuntada, se decidió incorporar una solución técnica más moderna: bóvedas de crucería. Y como consecuencia de este cambio los estudios justifican esta pequeña desalineación.

Vista general del refectorio.
Vista general del refectorio.

Y aquí se quedan los análisis académicos, que en mi modesta opinión no profundizan en el motivo real más allá del hecho histórico-constructivo. Porque los constructores de esa bóveda de cañón inicialmente planteada (tipo las de los refectorios del Monasterio de Rueda y el Monasterio de Poblet) se hubieran encontrado con el mismo problema en las ménsulas de apoyo de los arcos perpiaños.

En este caso la razón no es histórica y sí arquitectónica. Y está al alcance de todos nosotros sin necesidad de leer estudios académicos.

Muchos ya la sabréis. Vamos con ella.

Qué maravilla la transición de la luz anaranjada del rosetón sur hacia la luz fría de los ventanales norte.
Qué maravilla la transición de la luz anaranjada del rosetón sur hacia la luz fría de los ventanales norte.

Recursos arquitectónicos en el diseño del refectorio

¿Cuál es el motivo de que los arranques de las bóvedas no coincidan con el ritmo de las ventanas?

Muy fácil: porque ese ritmo no es constante aunque lo parezca (y esto tiene muchísimo mérito). No lo es por una razón fundamental en la arquitectura cisterciense: a pesar de que se basaban en una serie de cánones estrictos, la realidad del lugar y de las necesidades prácticas se imponían.

Y este refectorio es una clarísimo ejemplo. Lo voy a intentar explicar apoyado en esquemas:

  1. El modelo teórico propone la construcción de una sala rectangular compuesta por la adición de 4 cuadrados.
  2. La capacidad y la distribución del comedor en dos bandas perimetrales supone hacerlo un poco más ancho. Se divide el muro longitudinal en 16 aberturas para que sea múltiplo de 4 (arcos perpiaños inicialmente, bóvedas de crucería después). Para cuidar la armonía se repiten 4 ventanas (a) en la fachada norte, pero al ser más ancha no cubren todo el muro. Problema.
  3. Pasa lo mismo si las pongo centradas.

La solución es diseñar las dos ventanas laterales más anchas en este muro norte (b). Hasta aquí “todo en orden”, se guarda la armonía y no debería afectar al ritmo de las 16 ventanas del muro longitudinal oeste.

Y ahora viene lo extraordinario: los constructores cistercienses deciden repetir las 2 primeras aberturas del muro largo con las ventanas anchas (b).

¡Es realmente genial porque tienen en cuenta la esquina como un todo!

El observador que habita este refectorio ve siempre esta esquina (y su simétrica) en diagonal y que ambas ventanas sean iguales genera armonía, belleza, estabilidad.

Y como son las dos últimas de la sala generan un efecto óptico de final, de cierre de la secuencia de 16 fortaleciendo la composición. Una especie de Éntasis de los templos griegos. Asombroso.

Y por si no fuera poco, es bien sabido que la luz queda capturada en las esquinas (fenómeno llamado oclusión ambiental), circunstancia nada deseable en un comedor durante los oscuros meses de invierno. Ampliar las ventanas en las esquinas no es una casualidad…

El ritmo de las ventanas se mantiene aunque detrás haya una escalera y no se pueda captar luz desde el exterior.
El ritmo de las ventanas se mantiene aunque detrás haya una escalera y no se pueda captar luz desde el exterior.
Detalle de la esquina y del púlpito con su escalera empotrada en el muro del refectorio de Huerta.
Detalle de la esquina y del púlpito con su escalera empotrada en el muro del refectorio de Huerta.

Muchísimas gracias por vuestra atención y por haberme acompañado en este recorrido por el refectorio de los monjes del Monasterio de Huerta.


Links sobre el refectorio de los monjes del Monasterio de Huerta:

http://www.jdiezarnal.com/monasteriodesantamariadehuerta.html